lunes, 3 de mayo de 2010

Créeme cuando te digo que...



Él temía sucumbir a sus instintos. Descubrir que ya había caído en un foso de frenesí sin tan siquiera darse cuenta.

Era el momento de ponerse a prueba, de intentar resistir, de medir sus fuerzas reales, con las que él pensaba que poseía...
Lo consiguió. La besó, y con ese gesto, con esa caricia labio contra labio, conoció por vez primera el sentido de lo que la gente ducha en relaciones eternas llama "verdadero amor".

Ahora todo era más duro, más difícil, pues no podían ser mas que lo que eran... Ahora todo iba a ser lucha y resistencia, pero él estaba dispuesto a todo, a TODO por estar cerca de ella.
La amaba, y ya nada podría ir mal mientras supiese que esporádicamente ambos podrían tumbarse en su cama a ver una película, a hablar con susurros, o a escuchar jazz.

Ahora que había probado sus labios, acariciado su piel, y mordisqueado su cuello, sabía que estaba absolutamente entregado a esa chica dulce que tantas y tantas veces había impregnado su dormitorio con el perfume de sus cabellos.

Él se dijo a si mismo que debía resistir la tentación, reprimir sus sentimientos, fortalecer su espíritu, engañarse a sí mismo...


Cuando ella se fue, un último beso en el portal, otro más, y con el último, él quedó vacío, muerto, inerte... inmóvil.



Gonzalo

2 comentarios:

Irenuela =) dijo...

Pero por qué tiene que reprimiese??? :(

me recuerda algunos momentos de diario de sangre :)

Irenuela =) dijo...

PD: ya echaba en falta entradas nuevas...

mi blog echa en falta alguno de tus comentarios... rururu... :D